Entre las varias obras que he compuesto para instrumentos y agrupaciones poco habituales (como los Cuatro cuartetos para cuatro corni di bassetto, de 1993, o los Cinco estudios (d'après Valéry), para cuarteto de laúdes, de 1994), brilla con luz propia la propuesta que me llegó de la Fundación Juan de Borbón de Segovia a comienzos de 1996 para escribir una obra para dulzaina y oboe, con destino a ser estrenada en el Festival de Música de Cámara de ese mismo año.
Como tantos instrumentos del folklore, la dulzaina se basa en un repertorio popular al servicio del cual está su sonoridad penetrante, "de calle", tan característica. Aunque su timbre, dado la emisión del sonido a través de una doble caña, está directamente emparentado con el del oboe, ambos instrumentos son lo suficientemente distintos como para que la fusión entre ambos sea tan problemática como sugestiva. Por eso la propuesta tenía ese punto de caramelo envenenado que siempre resulta tan estimulante para la creación.
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la fecha de composición de la obra -1996- coincide con la de una reforma en profundidad de los planes de estudios de los conservatorios profesionales (la de los superiores tardaría todavía cuatro años en llegar), en la que no podía faltar la enseñanza de los instrumentos de la música popular propios de cada Comunidad Autónoma, para lo cual era necesario generar un nuevo repertorio de obras de autor que, junto al tradicional, diera sentido a su inserción en los estudios oficiales de música. La presencia en Castilla y León, por otra parte, de ilustres figuras de la música tradicional, como el dulzainero Agapito Marazuela o el folklorista Joaquín Díaz, respaldaba de forma muy seria toda iniciativa en ese sentido y neutralizaba las dudas que ese desarrollo de la música popular en los estudios de música despertaba entre las voces más reaccionarias del sector.
Fragmento del documental Agapito Marazuela y el Folclore Castellano. Guión y dirección de Miguel Velasco, 1978 (La Videoteca de la 8)
Con ese punto de partida, la Fundación Juan de Borbón me hizo llegar algunas grabaciones de música de dulzaina, llamando mi atención de forma inmediata la melodía de un "Pericón" segoviano sobre la que basé la composición de los dos movimientos de mi Dúo.
Partitura del Pericón segoviano en el que está basado el Dúo
Grabación del Pericón segoviano realizada para esta página web por Alberto Jambrina y Pablo Madrid, julio de 2020
El primero se titula La estructura ausente (tenía muy reciente la lectura del libro homónimo de Umberto Eco), y en él el pericón es tratado a modo de un cantus firmus glosado por los dos instrumentos: situado como bajo y reescrito en valores largos, una vez compuesta la pieza es eliminado, y de ahí el carácter de "ausente" de esa voz tan importante desde el punto de vista estructural.
Primeros compases de La estructura ausente. El cantus firmus será suprimido en la partitura final (véase más abajo)
El segundo movimiento, Fiesta, es una pieza ternaria cuyas secciones primera y tercera, de carácter vivo y scherzante, enmarcan una parte central contrastante en tiempo más lento y con un punto dramático en el recitativo con el que concluye. En la coda con que se cierra la tercera y última sección, la dulzaina cita los primeros compases del pericón segoviano en el que se basa, de forma tanto implícita como explícita, la totalidad de la obra.
Fragmento de la coda final de Fiesta, con la cita literal del Pericón en la dulzaina
El Dúo fue estrenado en claustro del Palacio Episcopal de Segovia el 18 de julio de 1996, a cargo del dulzainero Alberto Jambrina, a quien está dedicado, y el oboísta Eduardo Martínez, solista de la Orquesta Ciudad de Granada.
Programa del concierto del estreno
El acto tuvo lugar dentro de la XXVII Semana de Música de Cámara del Festival de Verano de Segovia 1996, y para el mismo se utilizó una dulzaina construida para la ocasión por Lorenzo Sancho.
Joaquín Díaz entrevista a Lorenzo Sancho para el programa Así es... de la Televisión de Castilla y León
José Luis Turina estrena en Segovia una composición con dulzaina
Por José Luis García del Busto
(Crítica publicada en el diario ABC. Madrid, 20 de julio de 1996)
A la chita callando, la Semana de Música de Cámara de Segovia cumple este verano su vigésima séptima edición. Esta vez se incluye en el seno de un "Verano Musical" amplio y ambicioso que por primera vez organiza la Fundación Don Juan de Borbón, con el patrocinio de los estamentos comunitario, municipal y provincial, más el de Caja Segovia, y colaboración de otras entidades privadas con implantación en la ciudad.
No es poca consecución el hecho de que hoy sea frecuente que cualquier festival que se precie dé cabida al estreno y hasta lo motive por vía de encargo de composición. Segovia, al hacerlo, tuvo en cuenta una de sus señas de identidad sonora -la dulzaina- y planeó un concierto basado en los instrumentos "clásicos" de la familia de doble lengüeta -que es la de la dulzaina- en el cual se estrenaría la obra que encargó a José Luis Turina y que había de estar protagonizada por este instrumento popular, con la compañía que el compositor escogiese dentro de la plantilla con la que se contaba. José Luis Turina, lejos de huir de los toros, suele cogerlos por los cuernos y, así, optó por hacer un Dúo con la escueta compañía de otro instrumento, y que éste fuera no contrastante -lo que siempre es más socorrido-, sino lo más próximo posible: el oboe. Y los puso a dialogar, con arte exquisito, en dos movimientos -La estructura ausente y Fiesta- muy contrastantes entre sí, pero con el nexo de utilizar en ambos, como referencia, el tradicional "Pericón" segoviano: en el primero, a modo de arcaico "cantus firmus", y en el segundo, como apunte de cita para rematar el festivo final. La virtuosísima escritura para la dulzaina que Turina propone motivó la creación de un instrumento dotado con alguna llave más para facilitar la interpretación, y el constructor segoviano Lorenzo Sancho se puso a ello en las vísperas del estreno, con el buen resultado que le llevó a saludar desde el escenario con el compositor y los intérpretes.
Fueron estos el dulzainero Alberto Jambrina y el oboísta Eduardo Martínez. Jambrina es un músico de amplia formación que no sólo "lee" la música, sino que mostró poseer recursos técnicos sobrados para adecuarse a las notas y al tipo de lenguaje de una obra que -por más que Turina haya tenido bien en cuenta las características de mecanismo y tímbricas de las dulzainas- no deja de ser música profundamente "nueva" y que obliga al dulzainero a situarse en otro ambiente, en otra onda artística distintos de los habituales. El resultado fue bueno, aunque hay que esperar oportunidades de reiterar la interpretación y que permitan superar la versión del estreno, que pareció un tanto alicortada por los nervios. Alberto Jambrina ofreció como propina dos breves piezas unidas: una propia, titulada Catedral, y otra anónima del siglo XVII.
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Tradiciones y actualidades
Por Carlos Gómez Amat
(Crítica publicada en el diario El Mundo. Madrid, 21 de julio de 1996)
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Tres oboes -uno de ellos alternando con corno inglés-, un fagot, un contrabajo y un clave intervinieron en el programa. A estos músicos se unió el estupendo dulzainero Alberto Jambrina, que, junto al oboísta Eduardo Martínez, puso arte y empeño en el estreno de una obra original y atractiva. Se trataba de un encargo de la Fundación al compositor José Luis Turina, un Dúo para dulzaina y oboe dividido en dos movimientos, que representa un intento digno de aplauso para llevar el instrumento popular a la música llamada culta. También hay un fundamento folklórico en la estructura de la obra, pero no se advierte más que al final porque, después de utilizarlo, Turina lo escamotea con su sabiduría técnica. Intérpretes y autor fueron aplaudidos.
El público apreció lo que se le ofrecía y lo premió con aplausos, aunque no hubiera venido mal un poco más de entusiasmo en ese premio.