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Portada del libro-programa del XVI Festival de
Música de Canarias (2000)


Concierto para piano y orquesta



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Comentario


El Concierto para piano y orquesta se sitúa dentro de un bloque de obras para solista y conjunto (el Concierto para violín y orquesta, el concierto para clave y orquesta de cámara titulado Variaciones y desavenencias sobre temas de Boccherini, y el Concerto da chiesa, para violoncello y cuerdas, a los que podrían sumarse Ocnos (Música para orquesta sobre poemas de Luis Cernuda, por el destacado papel que junto a un recitador, desempeña en dicha obra el violoncello solista, y los Cuatro sonetos de Shakespeare, para sopranista -o soprano- y orquesta) que, si bien no demasiado grande, va adquiriendo una cada vez mayor importancia dentro de mis obsesiones creativas.
Ello no tiene nada de extraño, o al menos así me lo parece, si se tienen en cuenta las peculiaridades de la forma concertante, especialmente la que opone uno o más solistas a un conjunto orquestal más o menos nutrido, en el sentido de condicionar un tipo de discurso que obliga, tanto a que el planteamiento de los problemas estructurales planteados, como a que las soluciones que se adopten para los mismos, sean de índole muy distinta a las habituales en aquellas formas y géneros en que todos los instrumentos participan por igual. Todo ello resulta especialmente seductor, por cuanto permite al compositor poner en juego procedimientos y recursos que, en condiciones normales, estarían fuera de lugar, así como explotar al máximo los contrastes de densidad de textura que la alternancia solista/orquesta permiten.
A todo ello cabe añadir, en el caso del concierto para piano y orquesta, el de la disparidad tímbrica irresoluble, derivada de la imposibilidad sinfónica del piano (lo que no se da en conciertos para instrumentos sinfónicos, en los que el timbre del solista puede confundirse con el del conjunto, y así integrarse y desprenderse de él a conveniencia), lo que suministra un inevitable protagonismo del solista en todas y cada una de sus intervenciones, independientemente de su relevancia, que puede resultar tan eficaz como peligroso.
En cualquier caso, en este Concierto para piano y orquesta ese protagonismo es ineludible, al estar sometido el solista a un tour de force que deriva por igual de su presencia casi constante y de la enorme dificultad de su parte, que, si bien concebida para su interpretación dentro de la más estrictamente clásica técnica pianística, plantea en algunos pasajes problemas de realización que obligan a la busca de nuevas soluciones.
El Concierto se articula en tres movimientos claramente diferenciados que se suceden sin interrupción, y a lo largo de su media hora de extensión aproximada está presente, de una manera u otra, el concepto de variación: desde el planteamiento de las secciones extremas, en que una misma sucesión de materiales contrastantes adopta fisonomías diferentes al ser asumido, bien por el solista, bien por la orquesta, hasta la práctica integridad de la sección central, en la que el piano actúa como consecuente variado de una serie de cánones cuyos antedecentes son los diferentes instrumentos de la orquesta, agrupados por secciones tímbricas homogéneas, y que se resuelve en una frenética y dificilísima stretta, organizada a partir de la acumulación progresiva de diferentes materiales cuyo carácter inicialmente ligero evoluciona paulatinamente hacia una contundente solidez. Y entre todo ello, como no podía ser menos, tiene lugar una sucesión de cadenzas cuya misión es tanto de enlace de unas secciones con otras como de aglutinante de las mismas, por cuanto corren a su cargo la presentación, unas veces, y la elaboración, otras, del material puesto en juego.

Programa del estreno

El Concierto para piano y orquesta fue compuesto entre diciembre de 1996 y julio de 1997 por encargo del Festival de Música de Canarias, en el que fue estrenado con gran éxito el 10 de enero de 2000 en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife por su dedicatario, el pianista tinerfeño Guillermo González, a quien me unen por igual un inmenso afecto y una admiración sin límites por su ejemplar dedicación al repertorio pianístico contemporáneo español. Le acompañaron la Orquesta Sinfónica de Tenerife y su director, Víctor Pablo Pérez.


Víctor Pablo Pérez


Guillermo González

La grabación del estreno integró, junto con el Concierto para violín y orquesta, un CD monográfico editado por el Festival de Música de Canarias y publicado en 2005 en el sello Col Legno.

Portada del CD del sello Col Legno (2005)
(Ver crítica más abajo y pinchando este enlace)


Grabación


Grabación estreno: Guillermo González y Orquesta Sinfónica de Tenerife. Dir.: Víctor Pablo Pérez

Primera página del Concierto para Piano y Orquesta

Última página de Concierto para Piano y Orquesta


Críticas



JL TURINA. Piano Concerto; Violin Concerto
Por Erik Levi
(Crítica publicada en la revista BBC Music Magazine, en enero de 2006)
Tanto si José Luis Turina está emparentado o no con su más famoso predecesor Joaquín, ambos compositores españoles participan de una fascinación común por la exploración de suntuosos colores instrumentales. En el caso de estos dos conciertos, compuestos entre mediados de los 80 y mediados de los 90, José Luis está igualmente interesado en los desafíos estructurales planteados al enfrentar un solista virtuoso contra el fondo de una orquesta profusamente instrumentada. En ambas obras utiliza un lenguaje musical altamente ecléctico que tiene en cuenta altos niveles de disonancia así como momentos de sencillez.
La franqueza de la expresión es inmediatamente evidente en el llamativo comienzo del Concierto para Piano. Un elemento rapsódico acaba llegando a la mano derecha con una sucesión de prolongadas cadenzas del piano, seguidas de una sección de carácter más scherzante. En una primera audición, la obra no resulta tan convincente como el más temprano Concierto para Violín, cuyos tres movimientos participan de un carácter musical claramente definido, particularmente notable por el estimulante diálogo entre el violín y la percusión sola.
Las magníficas interpretaciones de los dedicatarios originales de ambas obras, registradas con un sonido brillante, hacen de ésta una publicación fascinante.
Erik Levi

Interpretación: ***
Sonido: ****

Turina dice que la improvisación fue clave al componer su nuevo concierto
Por C.P.P.
(Reseña publicada en el diario La Opinión. Tenerife, 11 de enero de 2000)

El compositor madrileño José Luis Turina, cuyo Concierto para piano y orquesta, estreno mundial y encargo de la organización del Festival de Música de Canarias, dio una conferencia ilustrativa sobre dicha obra en el Conservatorio Superior de Música de Santa Cruz en la que manifestó haberse dejado llevar por la improvisación.
El compositor ilustró la génesis de la propia composición, los aspectos estilísticos para concluir con los aspectos técnicos y una demostración en vivo gracias a la presencia del pianista canario Guillermo González, encargado de la interpretación en el Teatro Guimerá esta noche.

Diferenciación
Turina explicó cómo a diferencia de la común labor de composición, en la que se parte de pasajes estructurales de cada sección de una obra, para después fundirlos entre sí con otros pasajes de transición, en este concierto "me he dejado llevar por una especie de improvisación desde el principio hasta el final", cosa que le da al concierto "un aire mucho más espontáneo y un carácter más improvisado que otras composiciones anteriores".



El primer estreno
Por Álvaro Guibert
(Crítica publicada en el diario La Razón. Madrid, 12 de enero de 2000)

El primero de los muchos estrenos absolutos que luce este año el Festival de Canarias se saldó con gran éxito. El compositor, José Luis Turina, el solista, Guillermo González, y el director, Víctor Pablo, entraron y salieron al escenario más de cinco veces requeridos por una sonora ovación que saturó durante largos minutos el Guimerá. El "Concierto para piano y orquesta" es una magnífica composición. Turina, una vez más, se nos presenta como compositor intemporal: su pensamiento es nuevo, de hoy mismo, pero su musicalidad es antigua, de larga solera y rancio abolengo.
Véase si no su contrapunto: igual que el de los grandes maestros del pasado, el contrapunto imitativo de Turina no es un recurso, sino un medio de exploración. Desde "Crucifixus", la primera obra que le recuerdo, hasta la última, este "Concierto" canario, Turina se pasa minutos enteros indagando en la naturaleza de la música subido a bordo de cánones, fugas y fugados.
Guillermo González, el grandísimo pianista tinerfeño, se lució ante sus paisanos con una soberbia interpretación de este difícil estreno.
[...]



"Un artista lo que hace son variaciones de una sola obra toda su vida"
Por Eduardo García Rojas
(Entrevista publicada en la sección Cultura & Espectáculos del "Diario de Avisos". Las Palmas de Gran Canaria, 13 de enero de 2000)

José Luis Turina ha vivido en una especie de "globo" o "luna de miel" estos últimos tres años. "Ha sido una buena época", admite el Premio Nacional de Música, quien, además de componer el "Concierto para piano" para el XVI Festival de Música de Canarias, entre sus proyectos está la elaboración de una ópera titulada "D. Q."

José Luis Turina no responde al tópico que, usualmente, se tiene del compositor contemporáneo. Afable, didáctico, se nota enseguida que lo suyo, además de escribir música, es enseñar. Un trabajo que desempeña con el mismo entusiasmo que cuando se embarca en una sinfonía o en una ópera.
Turina es actualidad en las Islas porque la dirección del XVI Festival de Música de Canarias le encargó uno de los cuatro estrenos mundiales que este año se podrán escuchar en el escenario del teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife y en el auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria.
La obra, titulada, "Concierto para piano y orquesta", fue interpretada el pasado lunes en la capital tinerfeña por la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST), bajo la dirección de Víctor Pablo y el pianista Guillermo González, esta noche podrá oírse, también, en Las Palmas de Gran Canaria.

¿Por qué "Concierto para piano y orquesta"?
"Cuando la dirección del Festival me propuso el encargo no me dio ningún tipo de condicionante, salvo que fuera sinfónico y que tuviera una duración que cubriera una parte del concierto. Es decir, que no compusiera una obertura o una obra larga que se comiera el resto de la audición. Comencé a darle vueltas a esta idea, así que se me ocurrió, quizá porque lo tenía asumido como una asignatura pendiente, escribir un concierto para piano. Curiosamente, yo ya tenía uno para violín, que, precisamente, estrenó e interpretó la OST con Víctor Pablo en el Festival de Alicante en 1988".

En el plano creativo, ¿qué tipo de problemas le planteó este concierto?
"Por un lado está el hecho de que a los compositores, a los artistas en general, lo que nos gusta de la creación es el riesgo a lo desconocido. Es decir, que no nos gusta hacer lo ya sabido, porque no plantea ninguna complicación. Además, para los que no hacemos música utilitaria, ya que no vivimos de ella, yo me gano mis "lentejas" como profesor, componer es un lujo porque puedes crear a tu gusto".

Antes hablaba de ciertas complicaciones en la composición de un concierto para piano...
"Un concierto para piano siempre plantea, pero no sólo para mí, sino también para un compositor romántico y clásico, un problema de equilibrio: la conciliación imposible entre el timbre del piano y la orquesta, ya que cuando componen para un instrumento sinfónico y de orquesta, como puede ser el violín o la flauta, éste ya está integrado en la propia sonoridad orquestal y se puede sumergir o bien salir de ella a voluntad, pero con el piano no, porque siempre está presente, lo que obliga a un tipo de discurso diferente".

¿Pensaba en el pianista tinerfeño Guillermo González cuando componía la obra?
"La verdad es que no la escribí pensando en nadie, me limité a componer la obra que quería, al tiempo que me desprejuiciaba de las posibilidades técnicas que pudiera tener. Cuando Rafael Nebot, director del Festival, me planteó que quién quería que lo interpretara, no quise tomar partido, dejé la decisión en sus manos. Ahora bien, le advertí que se trataba de una obra muy difícil, tanto para la orquesta como para el solista. Me llevé una gran alegría cuando me enteré que Guillermo había aceptado interpretarla".

La Fura dels Baus también le ha encargado la composición de una ópera. En ese sentido, ¿con qué género se queda?
"Me gusta muchísimo el mundo sinfónico pero una ópera... es el género por excelencia, lo reúne todo. Además, hoy día, con las nuevas tecnologías, sus posibilidades son inmensas. De todas formas soy de los que piensan que el artista lo que hace en realidad es una sola obra en toda su vida, aunque le dé distintas formas".

¿Por qué identifica el público que no es entendido la música contemporánea con género difícil?
"Lo que creo es que hay un desinterés por este tipo de creaciones. Además, el compositor contemporáneo lo tiene difícil porque hemos elegido un tipo de lenguaje que no es el de referencia para la sociedad, que sigue siendo tonal".

Pero no le resulta curioso que los clásicos y románticos estén más cerca del aficionado que los compositores contemporáneos...
"Sólo puedo decirle que tiene mucha razón, pero el mundo actual es tan complicado... El repertorio clásico, romántico, está más cerca del hombre actual que el contemporáneo. Eso en el cine, la pintura, la literatura, no pasa... Aunque quizá los culpables de esta situación seamos los propios músicos, muchos de los cuales han radicalizado sus posturas y se han vuelto elitistas al renunciar al pasado y a la tradición. Además, el compositor contemporáneo se encuentra ante un dilema muy profundo, porque no ha encontrado el lenguaje del futuro. En el caso concreto de mi música, no estoy de acuerdo con esa corriente de deconstrucción, mi postura es la de incluir, a través de sugerencias sonoras, una serie de elementos que ayuden al oyente de principio a fin".



Gran nuevo estreno español del Festival
Por Lourdes Bonnet
(Crítica publicada en el diario "La Opinión". Tenerife, 12 de enero de 2000)

Gustó mucho al público tinerfeño la primera obra de encargo de la presente edición del Festival de Música. El Concierto para piano y orquesta, de José Luis Turina, de grandes dificultades técnicas tanto para el solista, Guillermo González, como para la Orquesta Sinfónica de Tenerife, tuvo una gran aceptación en el Guimerá. La obra, articulada en tres movimientos sin solución de continuidad, está basada según el propio autor en el concepto de la variación. Esta idea es fácilmente constatable en numerosas ocasiones gracias a determinadas secuencias interválicas. A pesar de su armonía pantonal, las reminiscencias tonales aparecen en muchas ocasiones con gran claridad, bien por medio de una nota pedal, o gracias a un diseño melódico que aparece una y otra vez en las diferentes secciones. Es aquí donde más claramente se aprecia el concepto de "variación", adaptándolo el autor a los distintos instrumentos, destacando la labor del orquestador sobre todo de la sección de viento. De tal modo, la variación rítmica u ornamental de los diseños melódicos ejemplifican distintos conceptos históricos del tratamiento individual del instrumento, como es el caso de las trompetas, que provistas de sordina se acercaban a una concepción casi jazzística, frente a otros instrumentos, cuyo tratamiento era en cierto modo más tradicional. Por su parte, el piano solista con grandes dificultades técnicas, que fue interpretado brillantemente por Guillermo González, aportaba evocaciones impresionistas en numerosas ocasiones, junto a recursos expresivos finamente entrelazados en el tejido orquestal.
Se trata de una obra llena de efectos tímbricos, como los empleados en la cuerda, cuando en pizzicato se produce un efecto similar al parlato, sobre el que se desarrolla una amena conversación entre las maderas. La gran variedad y diversidad de efectos, explorando las tesituras extremas de los distintos instrumentos, entremezclada con esos motivos recurrentes, requieren del oyente una atención continuada, objetivo planteado por el autor y que creemos consiguió plenamente.
[...]



Estreno del concierto de piano de Turina
Por Alfonso de Terán
(Crítica publicada en el "Diario de Avisos". Las Palmas de Gran Canaria, 13 de enero de 2000)

La primera de las participaciones de la Orquesta Sinfónica de Tenerife en esta edición del Festival nos trajo la novedad del estreno del Concierto para piano y orquesta de José Luis Turina. No es la primera vez, y deseamos que tampoco la última, que este nieto del ya histórico Joaquín Turina aparece con una de sus obras en nuestra orquesta; la primera vez fue hace 14 años con el Concierto para viola y cuerdas y desde entonces tres veces más le hemos tenido en nuestro repertorio. Todo ello, junto a la elección de su intérprete Guillermo González, conferían al estreno unas características especiales.
Según dijo su autor, quien con buen criterio nos convocó por la mañana para explicarnos su objetivo, el encargo le fue hecho en octubre del 96 y desde entonces puso manos a la obra; esta dilación en el tiempo ha hecho que sea una obra bien madurada, con un estudio sobre las diferencias tímbricas entre el piano y la orquesta para dar la conjunción entre ambos más adecuada. Este concierto hay que incluirlo en su aspecto armónico como atonal, "pantonal" lo clasificaría el propio autor, aunque alguna vez roce la tonalidad; en cuanto a su aspecto técnico, el procedimiento básico constructivo es la "variación", puesto que, según nuevamente su autor: "Ello permite la redundancia, pero sin caer en la reiteración, con lo que facilita al oyente su percepción"; en cuanto a su forma se estructura en tres secciones interpretadas sin interrupción, emparentadas la 1ª y la 3ª, pero no de tal manera que se le pueda clasificar como cíclico. La introducción es del piano solo, tras ella la exposición de los temas a cargo de la orquesta, aunque con elementos contrastantes, en esta parte se aprecia un soporte melódico básico, tras una intervención orquestal de unos tres minutos se integra el piano, que estará prácticamente presente a lo largo de toda la obra, entre ambos se establece un diálogo que con variedad tímbrica y de ritmo va desarrollando las células temáticas, tras ello una dificilísima cadenza del piano y con ella termina esta primera sección. La segunda parte está integrada por una serie de "cánones" de las distintas familias de la madera o del metal contestadas por el piano, a lo que sigue un juego de disparidades tímbricas acusadas: a un subgrave de la cuerda y viento le acompaña el piano en su zona más aguda, a unas notas en la zona más grave del teclado le corresponden unos glissandi sobreagudos de los violines o de las flautas, que preparan un pasaje acumulativo en prestísimo, de una enorme dificultad para piano y orquesta, que tras unos minutos "in crescendo" rematan esta segunda sección; sin interrupción se inicia la tercera que, aunque recapitula los elementos iniciales, están suficientemente alterados, incluso en su protagonismo.
Una obra nueva en la que se advierte un cuidadoso estudio para componerla y que podrá gustar o no, se podrá estar o no de acuerdo con su modelo estético, pero lo que es cierto es que no deja nunca indiferente, el oyente está pendiente a lo largo de su audición. El piano cobra un valor fundamental de solista, su presencia es deliberada a lo largo de casi todo el concierto, salvo en la exposición inicial, siempre se le escucha, con unos pasajes realmente difíciles, puesto que al virtuosismo requerido en bastantes de ellos, se une el escaso o casi nulo apoyo armónico, pienso que de no haber estado Guillermo González en el teclado dudo de su posible ejecución con el resultado escuchado. La obra nos llegó, el oyente quedó satisfecho, pienso que ha sido uno de los estrenos más felices que hemos tenido a lo lago de los 16 años de vida de este Festival.



Hoy, estreno del "Concierto para piano" del compositor madrileño José Luis Turina
Por Guillermo García-Alcalde
(Lectura previa del primer encargo del XVI Festival de Canarias, publicada en el diario La Provincia. Las Palmas de Gran Canaria, 13 de enero de 2000)

Una partitura de impresionante virtuosismo, a cargo de Guillermo González, su dedicatario, y la Orquesta Sinfónica de Tenerife, que dirige Víctor P. Pérez

Hoy jueves se escuchará en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria el primero de los estrenos mundiales de obras encargadas por el Festival de Canarias para la presente edición. Se trata del Concierto para piano y orquesta de José Luis Turina, cuya primera lectura, a cargo del gran pianista Guillermo González y la Orquesta Sinfónica de Tenerife, dirigidos por Víctor Pablo Pérez, tuvo lugar el pasado lunes en el Teatro Guimerá de la capital tinerfeña.
En rigor, no es el primer estreno de Turina en el Festival. En 1990 conocimos la Fantasía sobre una Fantasía de Alonso Mudarra, tal vez la más popular de sus partituras sinfónicas, nacida del encargo conjunto del Festival y de la Orquesta de Tenerife. Esta misma, con su titular y Víctor Martín, estrenaron en Alicante (1988) el Concierto para violín y orquesta compuesto un año antes; el Concierto para viola y orquesta "Homenaje a Óscar Domínguez" , hoy descatalogado, también tuvo como solista del estreno al canario Humberto Orán. La obra que hoy se estrena en Las Palmas está dedicada a su primer ejecutante, Guillermo González, y hay en la trayectoria profesional y humana del compositor otros datos que completan los numerosos vínculos canarios aquí apuntados en el plano creativo.
José Luis Turina (Madrid, 1952) recibió en 1996 el Premio Nacional de Música y, paralelamente, el encargo de una obra para el Festival de Canarias de 2000. Comenzó a escribirla en diciembre de aquel año y concluyó en julio de 1997. El compositor la emplaza en el conjunto de su producción concertante, que suma a los títulos ya citados el Concierto para clave y orquesta "Variaciones y desavenencias sobre temas de Boccherini" , el Concierto da Chiesa para violonchelo y cuerdas e incluso Ocnos por el relevante protagonismo del chelo junto al recitador.
La plantilla orquestal es amplia: 2 flautas y flautín, 2 oboes, 2 clarinetes y clarinete bajo, 2 fagotes, 4 trompas, trompetas y trombones a 3, tuba, 14 violines primeros, 12 segundos, 10 violas, 8 violonchelos, 6 contrabajos, 5 timbales y una rica batería de percusiones divididas en dos grupos. En el primero, xilófono, 2 tom-toms, triángulo, crótalos afinados, plato suspendido, platillos, cencerros, caja clara y tam-tam grave; en el segundo, bombo, glockenspiel, marimba, 2 tumbas, látigo, caja clara, 4 temple-blocks, plato suspendido, tam-tam, platillos, triángulo y látigo).

Un orquestador excepcional
Con duración aproximada de media hora (580 barras de compás) se estructura en tres movimientos sin pausas entre sí (al igual que el magnífico Concierto para violín). La lectura de la partitura revela la obsesiva precisión escritural característica de Turina, excepcional orquestador y artista sumamente riguroso en el despliegue de una profunda cultura compositiva. Cada movimiento del Concierto presenta incesantes alternativas de tempo, si bien la base del primero es el allegro moderato, la del segundo un meno mosso (con metrónomo de negra a 80) y el último un molto allegro. Esta movilidad de los tiempos se corresponde con series métricas también muy cambiantes y una cuidadosa planificación de la amplísima propuesta dinámica. No son elementos que provoquen inestabilidad sino que aportan imaginación y vitalismo a una música enormemente libre.
La orquesta suena pocas veces en tutti masivos, pero su escritura tiene toda la riqueza tímbrica de Turina, su perfecta intuición del espacio y su generosa concepción del color en la invención de mezclas y efectos. Puede concentrarse en secciones instrumentales o extenderse a todas sin que la acumulación de grafismo signifique saturación. Por el contrario, el espacio acústico siempre es limpio en sus fondos y planos, coherente y perceptible en los detalles por excluir el brochazo. Incluso los momentos acumulativos responden a una cierta voluntad "puntillista" más afín a los diseños micropolifónicos que a la técnica de manchas. Ello no impide que un determinado pasaje desintegre la sección de arcos en 25 diferentes pautas (una por cada dos atriles) o que en ciertos momentos la sección de cobres aparezca constelada en pequeños impulsos staccato. Estos son, junto a muchos otros, detalles de la paleta creadora del compositor, invenciones que personalizan su voz en una nueva aventura concertante.

Invención del piano
Esa orquesta es, por tanto, una permanente incitación para el oyente. A ello nos tiene acostumbrados y no defraudará la expectación del estreno. Lo nuevo es que Turina invente también un lenguaje para el piano, instrumento que hasta ahora no ha tenido gran protagonismo en su catálogo. Los solos de la obra, endiabladamente difíciles para el ejecutante, prometen una brillantez opulenta, un pensamiento generosísimo de las opciones percusivas y armónicas del gran cola de concierto. El juego manual en los extremos del teclado, los grandes motivos de acordes percutidos, la traza variadísima de las escalas y arpegiados, los largos trinos superpuestos y, en general, el fastuoso sentido ornamental de esta escritura evocan, claro está, los lujos y grandezas de la gran forma tardorromántica, pero constituyen una dicción propia en la tracería diferenciada de sus líneas de fuerza. Junto al ilimitado virtuosismo, ensaya Turina fraseos y articulaciones de gran intensidad poética, todo ello en un ámbito estético sin más limitación que el gusto del compositor, su fantasía y sus ideas; es decir, sin autocensuras, sin prohibiciones previas, tomando del "pulpo cósmico" de los sonidos que han ido haciendo la música histórica aquello que la imaginación del artista demanda en cada instante para crear innovación.
El resultado aparente -esta noche lo constataremos con la escucha en vivo- es un texto impresionante (tal vez una obra maestra en el panorama concertante español del cambio de siglo), cuyas generosas texturas sinfónicas y complejo grafismo pianístico dejan atrás la rigidez de las prescripciones formales para conseguir la imagen de la improvisación y la libertad en una estructura de variaciones progresivas trabajadas hasta el último impulso. Al igual que otros colegas, españoles o no, José Luis Turina ha querido responder al encargo de Canarias con un "obrón", algo muy especial en su catálogo. Tal vez lo ha conseguido. A juzgar por las ovaciones clamorosas del estreno en Santa Cruz de Tenerife, el pasado lunes, estas impresiones de lectura previa pueden convertirse en opinión bastante general.



Gran música nueva
Por Carlos Gómez Amat
(Crítica publicada en el diario "El Mundo". Madrid, 15 de enero de 2000)

El segundo concierto de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, compenetrada con su director, Víctor Pablo, ha tenido un interesante carácter.
Primero por el estreno, con éxito, de la obra de José Luis Turina, encargo del Festival. En segundo, por la inclusión de la extensa Sinfonía 13, de Shostakovich. Y por fin, como valiosa muestra de cómo se puede hacer la gran música nueva de manera tan convincente como la del más trillado repertorio. La técnica es importante, pero sin entusiasmo es una percha sin ropa.
El Concierto para piano de José Luis Turina me parece un producto de espléndida madurez. Su comienzo imposibilita la indiferencia. Luego, la medida mixtura de lirismo y agitación marca la dialéctica entre el solista y el conjunto en un discurso sabiamente tratado. Hay como ecos del virtuosismo romántico, en un lenguaje actual sin concesiones, y en una continua renovación llena de verdaderas ideas, no de simples ocurrencias. Si se puede hablar de inspiración -se debe, por supuesto- Guillermo González, nuevo Ricardo Viñes, tocó entregado y seguro, con gran entusiasmo. Víctor Pablo puso de manifiesto la riqueza de la orquesta, desde la mágica percusión hasta las líneas del viento o de la cuerda. José Luis Turina fue largamente premiado.
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Nace un concierto
Por Juan Jesús Doreste Aguilar
(Crítica publicada en el diario La Tribuna. Las Palmas de Gran Canaria, 15 de enero de 2000)

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Abría la velada el primero de los cuatro estrenos mundiales encargos del Festival. José Luis Turina es uno de los nombres más brillantes de la creación musical española de las últimas décadas. Su formación técnica es de las más sólidas de su generación y, a diferencia de otros, suele tener bastante en cuenta el factor de la comunicación con el oyente en sus obras. Resulta curioso que el Concierto para Piano haya sido un género casi inexistente en la segunda mitad de nuestro siglo. En la primera mitad tenemos los casos señeros de Rachmaninov, Bartók, Ravel o Prokofiev, y luego, prácticamente nada. Han sido las décadas en que los compositores ya no eran pianistas (todos los mencionados antes lo eran, y muy buenos) ni los pianistas compositores. Décadas en donde se ha impuesto el papel del compositor elucubrador, ajeno muchas veces a la masa que proporciona el ejercicio interpretativo de alto nivel y en donde, también hay que decirlo, algunos géneros han estado como mal vistos.
No hace muchos años Ligety, con sus estudios para piano, volvía a indicar que era posible una vía de retorno que tuviera en cuenta la tradición, la maneras que han hecho de este instrumento lo que han hecho y, a la vez, hacer sonar cosas nuevas. Impresión parecida me ha causado esta magnífica nueva obra de Turina: ha sabido coger el legado de una tradición, una manera en que durante por dos siglos se ha escrito un tipo de obras, le ha dado su lenguaje personal y lo ha vestido de buena factura instrumental. Turina utiliza sin pudor recursos que surgen de la mera oposición tímbrica del piano frente a la orquesta. Ahí está buena parte de la sección central, en donde diversos instrumentos hacen breves intervenciones cargadas de fino humor musical intercaladas entre las peroraciones del solista, seguidas de otra sección contrastante entre los metales graves y la zona sobreaguda del piano. La parte solista tiene bastante enjundia. El autor, a mi parecer, dentro de utilizar un lenguaje actual hace unas claras referencias a un tipo de escritura impresionista entendiendo por ello los recursos hallados y explotados por autores como Debussy, Ravel o Falla y con ciertos elementos más clásicos propios de Beethoven; quizá sea el tipo de escritura romántica a lo Chopin o Liszt, la menos presente; pero es cuestión de elecciones, y hay mucho en donde hacerlo.
Guillermo González ha realizado un gran trabajo al abordar este estreno, dedicado a él, pues consiguió ir más allá de una ejecución ya de por sí ardua, compleja y no siempre agradecida (en ocasiones, lo que tocaba era más difícil que lo que lucía sonoramente). En la parte orquestal hubo mucha imaginación y sabiduría de buen orquestador, aceptando el uso tradicional de los instrumentos, lo que en el fondo es más meritorio. En fin, una gran obra de un autor importante, expuesta con convicción y que deja el deseo de poderla escuchar más veces ante la densidad y el interés de los elementos expuestos.



Triunfal "tour de force"
Por Leopoldo Rojas-O'Donnell
(Crítica publicada en el diario La Provincia. Las Palmas de Gran Canaria, 15 de enero de 2000)

Arduo fue el trabajo con que hubieron de luchar director y solistas en este segundo programa de la sinfónica de Tenerife en la presente edición del festival: un estreno de gran dificultad y una sinfonía de tremenda densidad para todos los intervinientes. Dos auténticos platos fuertes que fueron abordados con absoluta confianza en la consecución de la meta y a fe que no defraudaron en modo alguno las expectativas.
El estreno en Las Palmas del Concierto para piano de José Luis Turina (el estreno absoluto había tenido lugar en Tenerife tres días antes) nos fue ofrecido en una versión espléndida por parte del solista, Guillermo González, que hizo plena justicia a una obra plagada de dificultades. En una escritura absolutamente virtusística, a veces no lejana de los grandes conciertos posrománticos, el pianista ha de tocar prácticamente sin tregua, en pasajes de amplia demanda técnica, Pero, además de la superación de las dificultades de esta índole, Guillermo González demostró un cuidado exquisito del sonido y una preocupación singular por la dinámica, en un juego de gran sensibilidad e inteligencia. La estructura de la obra fue muy bien presentada por Víctor Pablo en su lectura minuciosa de una partitura así mismo cuajada de dificultades para la orquesta, que respondió admirablemente: excelentes las maderas, trompeta con sordina, la percusión, en sus alternadas apariciones frente al omnipresente piano, auténtico protagonista de esta interesante obra, admirablemente bien estructurada.
[...]



Un concierto a la antigua usanza
Por M.R. Sánchez M.
(Crítica publicada en el diario Canarias7. Las Palmas de Gran Canaria, 15 de enero de 2000)

Llegó el primer estreno mundial, encargo del Festival, de la mano de José Luis Turina que nos presentó su Concierto para piano, interpretado por el tinerfeño Guillermo González, al que está dedicado, cuyo estreno absoluto tuvo lugar en Santa Cruz de Tenerife días pasados. Ante la escucha de esta obra parece como si volviéramos al planteamiento romántico del concierto, donde el solista es el protagonista absoluto de todo lo que ocurre mientras la orquesta se limita a acompañar, subrayar y colorear. Salvando las distancias estéticas esto es lo que podría resumir esta obra, de no muy difícil escucha, donde cada elemento contribuye a enfatizar los aspectos líricos que están en el subsuelo de la partitura. No nos hallamos ante una obra vanguardista, ni creo que en ningún momento su autor se lo propusiera, pero sí ante una obra que retoma el valor musical del piano ante cualquier tipo de experimento sonoro. La interpretación de Guillermo González estuvo a la altura, secundado por la batuta que en todo momento supo sacar el color preciso a una partitura que lo tiene en gran cantidad.
[...]



"Concierto para piano y orquesta" de Joaquín Turina (sic)
Por José Luis García del Busto
(Crítica publicada en el diario "ABC". Madrid, 20 de enero de 2000)

La profusión de actividad musical, que obliga a un intenso día a día, no impide que hagamos un alto para recordar la que va a quedar como una de las principales jornadas (siempre dobles, en Santa Cruz y en Las Palmas) del Festival de Canarias del año 2000, ahora en pleno curso. Se trata del estreno absoluto de una de las obras que el Festival ha encargado este año, el Concierto para piano y orquesta de José Luis Turina, quien fue aclamado por el publico junto a los intérpretes: el gran pianista Guillermo González (dedicatario de la partitura), la Orquesta Sinfónica de Tenerife y su director, Víctor Pablo.
Este Concierto es probablemente la mejor obra de Turina, lo que equivale a decir que es una de las partituras más importantes del actual panorama de la creación musical hispana. Estructurado en tres secciones que se interpretan sin interrupción, todo él se atiene al espíritu y a la técnica de la variación. El hermoso material expuesto al principio es sujeto inmediatamente a hondas variantes a lo largo de la sección primera, mientras que la tercera sección retoma el material y hasta los juegos variacionales, pero con la peculiaridad de intercambiarse los papeles que antes habían desempeñado el piano y la orquesta. Por su parte, la sección central es autónoma, pero participa igualmente de los procedimientos de la variación, arte y técnica en los que José Luis Turina es admirable maestro artesano.
La sensación de unidad y lógica discursiva ayuda a seguir "sin perderse" el denso flujo de la música, mientras que la riqueza de aconteceres sonoros que caracteriza al recorrido hace que éste sea un verdadero placer para el oyente atento. La escritura del piano es de alto virtuosismo, pero no lo es menos la parte orquestal: se trata de un fructífero diálogo entre iguales. Música pura y honda, sin concesiones. Música compleja y densa pero de superficie sonora tan brillante e imaginativa que se recibe con gozo tanto con admiración. A la soberbia página hizo el Festival el mejor aprecio posible: encomendarla a unos intérpretes de excepcional nivel. Guillermo González y Víctor Pablo pusieron en su trabajo tanta fe y sentir como hubieran dedicado a las "Noches en los jardines de España" y, desde luego, bastantes más horas de trabajo. Fueron intérpretes de lujo para una ocasión que bien lo merecía. El valor de la aportación del Festival canario se completa con la publicación de un amplio -y a partir de ahora imprescindible- estudio de la obra turiniana firmado por Tomás Marco.



"La música contemporánea no ha respondido a lo que se esperaba de ella"
Por José Andrés Dulce
(Entrevista publicada en el diario El Día. Tenerife, 20 de enero de 2000)

La capacidad para discutir sin tapujos ni dogmatismo sobre la música contemporánea es una de las características que definen a José Luis Turina, compositor madrileño cuya labor en el campo del concierto está muy ligada a la reciente historia de la Orquesta Sinfónica de Tenerife. Precisamente la formación insular, y Guillermo González como solista, acaban de estrenar su "Concierto para piano" en el marco del XVI Festival de Canarias.

- Dedicó su último concierto al pianista tinerfeño Guillermo González. ¿Existe algún tipo de afinidad artística que justifique dicha dedicatoria?
- Cuando la obra me fue encargada no tenía en mente a ningún pianista; es más, dejé esta decisión a criterio de los organizadores del Festival, a los que únicamente avisé de que la pieza entrañaría una suprema dificultad técnica. Más tarde coincidí en Madrid con Guillermo González, quien ya había interpretado mi "Sonata para piano" en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Vi que no me guardaba rencor por la complejidad interpretativa de la sonata, así que le propuse tocar este concierto. Mientras trabajamos en él, nuestra relación fue tan fructífera que decidí dedicarle la obra, en parte por gratitud, y en parte por el riesgo artístico que él asume al huir de los repertorios convencionales.

- Llama la atención el hecho de que haya denominado la obra como "concierto", que junto a "sinfonía" es una palabra tabú para la vanguardia musical.
- Los compositores contemporáneos han abusado de los títulos poéticos o de nombres vinculados a nociones, lo que, a mi juicio, crea en el oyente falsas imágenes asociadas a la música. Prefiero los términos tradicionales: sonata, concierto, sinfonía, porque son abstracciones puras que impiden ese tipo de asociaciones mentales.

- A propósito, en su catálogo hay un "Concierto para viola" dedicado a Óscar Domínguez.
- Mi relación con Tenerife es curiosa, porque está vinculada a mi producción concertante. Vine a la Isla en 1986 para estrenar dicha pieza, que tenía como solista a Humberto Orán, hermano de María Orán. Entonces la orquesta de Tenerife atravesaba un período de transición, tanto es así que hubo de reforzarse la sección de cuerda. De cualquier manera, nunca quedé satisfecho con la obra; rehusé integrarla en mi catálogo. Mi siguiente visita fue en el 88, para estrenar el "Concierto de violín", ya con la orquesta reestructurada y con Víctor Pablo en el podio; y ahora, doce años después, vuelvo a Tenerife para presentar el "Concierto de piano". Ya sólo falta el de chelo, que por cierto estoy preparando.

- La música teatral es uno de sus caballos de batalla. ¿Cuál ha sido su evolución en este campo?
- La ópera es mi gran pasión, pero cuando empecé a dar los primeros pasos en este sentido advertí que no estaba los bastante preparado. Aunque me fascinaba la relación entre los lenguajes musical y verbal, tenía que madurar como autor dramático. Por eso, "Ligazón", sobre texto de Valle-Inclán, era un montaje escénico musical, mientras que "La raya en el agua", organizada como una sucesión de números, entroncaba con el espectáculo de variedades antes que con el drama culto. Mi debut formal en la ópera será "D. Q. (Don Quijote en Barcelona)", un encargo de La Fura dels Baus que se representará en el Liceo de Barcelona.

- ¿No cree que la música contemporánea se está volviendo un tanto endogámica en su propuesta y que ha renunciado a establecer contacto emotivo e intelectual con el público?
- Por diversas razones, la música contemporánea no ha respondido a lo que se esperaba de ella. Hay un manifiesto divorcio entre los creadores modernos y su audiencia. Mientras que los compositores se aplican a la creación de obras atonales, el público sigue teniendo en mente la música tonal. A partir de ahí se inicia un diálogo imposible entre personas que hablan idiomas distintos. Cuando oímos que va a llegar a las librerías la última novela de García Márquez o que se va a estrenar la última película de Woody Allen, se despierta una gran expectación; por el contrario, el estreno de una obra de música contemporánea es acogido con una indiferencia absoluta.

- ¿La solución estriba en volver a la tonalidad?
- Ya se está volviendo... Desde hace años, el problema que se nos plantea es que el repertorio existente es ya tan generoso y bello que, a lo mejor, hace innecesaria su ampliación. Casi resulta imposible abrir brecha a estas alturas. Pensemos que, en su época, el gran repertorio se formó para llenar un vacío. Cuando Bach componía cantatas para la iglesia de Santo Tomás de Leipzig lo hacía por necesidades inherentes a una liturgia que demandaba secciones musicales; pero, ahora, ¿qué sentido tendría encargar cantatas cuando ya existe este gran legado? En consecuencia, no es la música contemporánea, sino el repertorio el que es endogámico; es el repertorio instituido el que no admite la entrada de más obras y el que empuja a la música contemporánea a plantearse si está realmente en el camino correcto.

- ¿También a ponerla en la disyuntiva de adaptarse o morir?
- En mi opinión tratar de engrosar el repertorio es tan equivocado como querer elevar la obra musical a objeto de contemplación y culto. Personalmente, simpatizo con la propuesta del arte conceptual. El creador, y por extensión el músico, deben concebir la obra de arte como una entidad en la que objeto y la reflexión que suscita sen la misma cosa.

EL PERFIL. De una ilustre saga
Fiel continuador de su saga, José Luis Turina no pestañea ante las repetidas alusiones a su apellido y a la frecuente confusión con su abuelo, el famoso músico sevillano Joaquín Turina, del que el pasado año se celebró el cincuentenario de su muerte y que ahora vuelve al primer plano de la actualidad gracias a la muestra "Notas para un compositor", inaugurada esta semana en la Casa de Murillo de Sevilla. "Mi padre -explica José Luis- es el cuarto de los hijos de Joaquín Turina. La confusión con mi abuelo es habitual, de hecho hace unos pocos días un periódico nacional le atribuyó mi "Concierto para piano y orquesta" cuando precisamente él tiene un concierto que tituló "Sin orquesta, para piano".



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(Partitura completa y particellas sin marcas de agua disponibles en www.asesores-musicales.com )

Partitura orquestal del Concierto para piano y orquesta

Partitura de solista y reducción del Concierto para piano y orquesta