Pese a mi gran interés por la composición de música pedagógica, consecuencia de mi colaboración, entre 1992 y 2000, como Asesor técnico de la Consejería de Música y Artes Escénicas del Ministerio de Educación para el desarrollo normativo de las enseñanzas de Música en el marco de la LOGSE (Ley de Ordenación General del Sistema Educativo), y de haber compuesto una gran cantidad de piezas originales y arreglos para diversos grupos instrumentales, no abordé en ese periodo ninguna obra didáctica dedicada al piano, ya que la única que había escrito (las Siete piezas) data de 1987, siendo por tanto anterior a mi etapa de asesor docente.
Tal vez por esa razón, a comienzos de 2011 inicié la composición de una serie de estudios pianísticos cuya dificultad técnica permitiera que pudieran ser trabajados durante los diferentes cursos del Grado Profesional del instrumento; es decir: con un buen dominio de la técnica básica del piano y con un bagaje ya bastante amplio de los principales aspectos musicales de la interpretación, todo ello adquirido durante los primeros seis años de estudio.
Con el objetivo de enriquecer el repertorio didáctico de ese tramo formativo, me puse a trabajar en un ciclo de estudios, asumiendo para ello el sentido "formal" del término: una pieza autónoma, no demasiado extensa, centrada casi exclusivamente en trabajar una dificultad propuesta de antemano (los de Chopin, salvando todas las distancias, son el modelo más alto del género), pero en la que el problema a resolver fuera no sólo técnico, sino también interpretativo (trabajo con las dinámicas, la agógica, el fraseo, los distintos planos sonoros, etc.). El conjunto fue creciendo de ese modo durante un par de meses hasta alcanzar el número de doce pequeñas piezas de esas características, adquiriendo de ese modo tanto su forma definitiva como el título de la colección.
Estos Doce estudios fueron escritos bajo el influjo de una situación emocional muy especial, al coincidir con los primeros pasos de mi relación con Pilar Sanz, con quien cinco años más tarde contraje matrimonio. Y a pesar de que la música llega donde no pueden hacerlo las palabras, en esta ocasión me pareció que al sentido de cada pieza le faltaba un significado que era necesario expresar por escrito. Por eso cada estudio va precedido de un breve poema, cuyo objetivo no es otro que el de crear (o sugerir) el estado anímico apropiado para su interpretación.
Con Pilar, en el día de nuestra boda (11 de febrero de 2016)
Los títulos de cada de los Doce estudios son los siguientes:
I. Canción de cuna
II. Crece y mengua (2+3+4+5+4+3+2)
III. Cabeceando
IV. Nieve
V. Adivinanzas
VI. Carta de (des)amor (Homenaje a Felix Mendelssohn)
VII. Perlas y penas (p y f)
VIII. Legatissimo
IX. Marcha
X. Scherzo para un duende
XI. Invención
XII. Epílogo
Portada del CD "Diálogos concertados", en el que se incluye la grabación de los Doce estudios (Bassus Ediciones, 2021)
Una vez concluidos, la digitación de los Doce estudios fue revisada por Ana Benavides, pianista especialmente interesada en el repertorio pedagógico, quien en 2021 realizó una grabación de los mismos, junto con las Siete piezas y el Preludio de Lindaraja (2017). Dicha grabación fue incluida en el CD "Diálogos concertados", del sello Bassus Ediciones, junto con piezas pedagógicas de Manuel Carra, quien fuera mi profesor del Grado medio de Piano en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid a finales de la década de 1970.
La edición de los Doce Estudios cuenta con una portada diseñada por Paula Villanueva Sanz.
Portada de la edición de los Doce estudios (Diseño de Paula Villanueva Sanz)
Manuel Carra y José Luis Turina, dos imprescindibles
Por José Luis Temes
Notas al libreto del CD Diálogos Concertados de Ana Benavides - 2021
Con Ana Benavides, ensayando para la grabación
La escucha del disco que Ana Benavides nos propone hoy es musicalmente deliciosa y musicológicamente imprescindible. Deliciosa por basarse en un repertorio de puro disfrute, sencillo en el más bello sentido de la expresión. E imprescindible porque estas músicas nos ofrecen las caras inéditas de dos músicos españoles de nuestro presente, muy admirados... en facetas diferentes de las que aquí nos muestran.
[...]
Comparte Carra el protagonismo de este disco con José Luis Turina, su amigo desde hace casi medio siglo. Y si el didacta Carra nos ha mostrado su faceta de compositor, es ahora el compositor Turina quien nos muestra su faceta de didacta.
Pues si en el catálogo de José Luis Turina figuran más de una docena de obras formidables para el piano virtuoso, en él se cuentan también otras obras no pensadas para la sala de conciertos, sino para el aprendizaje en el aula. Pero tal es su belleza y perfección dentro de los límites que Turina se autoimpone, que ha hecho muy bien Ana Benavides en convencer al compositor de su publicación discográfica internacional.
De 1987, y dedicadas a su hijo Luis, son las Siete piezas que abren el disco. Pese a la voluntad pedagógica de cada una de ellas, no todas son de dificultad elemental. Magistral la habanera que sobrevuela sobre Los pasos perdidos; simpatiquísima la variación en contrapunto arcaico -¡el magisterio de Francisco Calés, del que nos beneficiamos tantos músicos de nuestra generación!- sobre el tema del gato de Pedro y el lobo (en la primera pieza, Glosa). Y magistral la lección de armonía que Turina nos da en Canción de cuna, probablemente la «prima inter pares» de esta colección.
Tampoco exageramos al decir que cada uno de los Doce estudios para piano, de 2011, es una pequeña joya. Doce delicias, antecedidas cada una por un breve poema ilustrativo, original del propio Turina (por cierto, son éstos los únicos versos turinianos que hasta el momento hemos podido leer quienes le seguimos y admiramos; y no cabe mejor primicia de esta faceta desconocida de nuestro compositor). Si Nieve es un movimiento perpetuo de dulce poética, una nueva Canción de cuna es de un casi estatismo contemplativo; si Legatissimo es un estudio para la práctica de dicha articulación, en Invención se propone con éxito en su sutil objetivo una relectura de la literatura clavecinística del XVIII. Esta colección de estudios está dedicada también con éxito en su sutil objetivo «a Pilar Sanz».
No específicamente didáctico, pero sí dedicado a un joven pianista es su Preludio de Lindaraja (que toma su nombre de uno de los patios de la Alhambra, que también inspirara a compositores como Debussy o Albéniz). Fue compuesto en 2017 para el pianista madrileño Luis González Lladó. No percibe el oyente o al menos no la detectamos nosotros evocación andalucista en estos pentagramas. Más bien una célula generadora, concreta y evanescente a la vez, que Turina plantea repetidas veces, pero sin llegar a concretar ni a glosar.
La faceta como compositor de un gran pianista como Manuel Carra; y el pianismo didáctico menos conocido de un creador como José Luis Turina hacen que este disco, además de muy bello, sea imprescindible para quienes amamos la música española de las últimas décadas. Si además llega hasta nosotros en las manos de una pianista como Ana Benavides, el disfrute está garantizado. Música estupenda, indispensable como historia y deliciosamente tocada. ¿Hay quien dé más?