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Críticas


JL TURINA. Piano Concerto; Violin Concerto
Por Erik Levi
(Crítica publicada en la revista BBC Music Magazine, en enero de 2006)
Tanto si José Luis Turina está emparentado o no con su más famoso predecesor Joaquín, ambos compositores espaƱoles participan de una fascinación común por la exploración de suntuosos colores instrumentales. En el caso de estos dos conciertos, compuestos entre mediados de los 80 y mediados de los 90, José Luis está igualmente interesado en los desafíos estructurales planteados al enfrentar un solista virtuoso contra el fondo de una orquesta profusamente instrumentada. En ambas obras utiliza un lenguaje musical altamente ecléctico que tiene en cuenta altos niveles de disonancia así como momentos de sencillez.
La franqueza de la expresión es inmediatamente evidente en el llamativo comienzo del Concierto para Piano. Un elemento rapsódico acaba llegando a la mano derecha con una sucesión de prolongadas cadenzas del piano, seguidas de una sección de carácter más scherzante. En una primera audición, la obra no resulta tan convincente como el más temprano Concierto para Violín, cuyos tres movimientos participan de un carácter musical claramente definido, particularmente notable por el estimulante diálogo entre el violín y la percusión sola.
Las magníficas interpretaciones de los dedicatarios originales de ambas obras, registradas con un sonido brillante, hacen de ésta una publicación fascinante.
Erik Levi

Interpretación: ***
Sonido: ****



J. L. TURINA. Concierto para violín. Concierto para piano
Por D.C.S.
(Crítica publicada en la revista Ritmo. Junio de 2005)


Casi una década separa los dos conciertos de José Luis Turina que integran este registro, lo que permite dar cuenta de la trayectoria creativa del compositor madrileño, nacido en 1952. El Concierto para violín, de 1987, considerado por el propio autor como un "balance general" de su creación hasta ese momento, es un muy buen testimonio de la disposición de Turina ante un panorama donde el resquebrajamiento del paradigma vanguardista, junto a una liberación, suponía asimismo el triunfo de un "todo vale". Turina se sitúa a distancia de ambos fenómenos, y así el énfasis formal o lingüístico aparece, sí, pero desvirtuado -serialismo "desviado" del segundo movimiento o juego de texturas instrumentales- al tiempo que se maneja el modelo del concierto, cuya fisonomía aparece ya sin ambages y afirmada en el Concierto para piano, encargo del Festival de Canarias y estrenado allí en 2000, donde la escritura solista está dominada por una especie de neovirtuosismo, tanto en sus demandas técnicas como en los motivos sobre los que discurren sus tres movimientos, que deben ser interpretados sin interrupción. Entregadas interpretaciones de Víctor Martín y Guillermo González, siempre bajo la atenta y detallista dirección de Víctor Pablo Pérez.



J. L. TURINA. VARIOS
Por J.P.
(Crítica publicada en el nº 203 de la revista Scherzo. Diciembre de 2005)

A partir de la idea de la "imposibiidad sinfónica del piano", concepto de Turina que se refiere a la disparidad tímbrica entre el piano y la orquesta (esto es, a la imposibilidad de fusión y confusión entre los timbres de la orquesta y el piano, que necesariamente siempre destacará y su lugar es el del solista), este autor plantea una obra en la que el enfrentamiento propio del género concertante es su principal característica. Aún así, el oyente percibirá cómo Turina intenta acostumbrarnos desde el mismo instante en que empieza la obra a timbres orquestales sutiles que permiten que los distintos instrumentos y secciones de la orquesta parezcan uno sólo, como si de los distintos registros de un inmenso órgano se tratara. No es hablar por hablar, escúchenlo: Verán que una secuencia empieza en un instrumento y termina en otro, y todo ello resulta tan lógico como si pasar del más profundo de los graves del piano al más cristalino de sus agudos se tratara, casi al modo de juegos de colores que se mezclan. Igualmente pasa con las texturas, que se densifican y se simplifican en la orquesta por un lado y en el piano por otro. Así pues, la brillantez y el virtuosismo se hallan tanto en la parte solista (excelentemente defendida por González, como en él es habitual, con ese buen gusto que le caracteriza en cualquier repertorio) como en la orquesta (con Víctor Pablo Pérez a la batuta, que es toda una garantía). Junto a esta composición bastante reciente (de entre 1996 y 1997) encontramos otro concierto con el violín en la parte solista, una obra que viene a ser una especie de resumen de la actividad creativa en cuanto a planteamientos y procedimientos de su autor datada en 1987. Aquí la idea del enfrentamiento persiste, pero esta vez se enfrentan "el ruido" (la orquesta, con un significativo inicio a cargo de la percusión) y "la música" (representada por el violín). Atonalidad más o menos libre, con acercamiento al dodecafonismo y algunas tentativas tonales explican su lenguaje. La versión es excelente, con Víctor Martín haciendo cantar a su instrumento, a veces en medio de un paisaje sonoro tenso y angustioso.



J. L. TURINA. Concierto para piano; Concierto para violín
Por Antón Piedrahíta Tirado
(Crítica publicada en la revista Diverdi. 2005)

José Luis Turina (Madrid, 1952) es un consumado maestro en el arte de ocultar la ingeniería musical, con sus juegos de pesos, cargas y volúmenes, tras una fachada de gran elegancia, descargada de feos añadidos y asperezas. Sus composiciones suelen resultar en general fluidas, de una musicalidad que se hace patente a un oído atento desde las primeras escuchas. Pero tras esos reflejos virtuosísticos subyace un profundo conocimiento de los materiales sonoros, un importante dominio de una tarea constructiva preñada de efectos tímbricos, de confluencias armónicas, de densidad temática. Así, por ejemplo, el Concierto para piano y orquesta (1996/97), en tres movimientos que se suceden sin interrupción, lleva el universo temático inicial a la apoteosis de la variación. Expuestos los elementos sonoros al comienzo de la primera sección, pasan enseguida a desarrollarse desde múltiples perspectivas en virtud de un diálogo -vivo pero equilibrado- entre el solista (Guillermo González consigue trasladar las complejidades de la partitura recurriendo a esa exquisita técnica suya, especialmente dotada para la sutileza y el arabesco tornasolado) y la orquesta, para ser de nuevo sometidos a rigurosas variaciones en el tercer movimiento. La sección central, por su parte, tiene carácter autónomo, recogiendo el piano las pautas ofrecidas por los distintos instrumentos de la orquesta hasta derivar en una enfebrecida stretta: lo ligero y aéreo va tornándose progresivamente sólido y de contornos definidos.
La otra pieza recogida en este registro de COL LEGNO, Concierto para violín y orquesta (1987), supone, en palabras de su autor, una especie de "balance general" en relación a su producción hasta aquella fecha. Consiste en tres movimientos claramente diferenciados. En el primero asistimos al enfrentamiento tímbrico, con sus contrastes, entre el violín (Víctor Martín, fundador de la Orquesta de Cámara Española, demostrando aquí como siempre una honda capacidad expresiva) y una orquesta generadora de un telón ruidoso sobre el que va destacándose el instrumento solista, que recurre al lenguaje de la atonalidad libre (y con todo, no parece producirse aspereza alguna). El segundo movimiento fue escrito atendiendo en principio a las leyes de un dodecafonismo estricto, aunque Turina introduce una variante lúdica (supresión de la nota sol) que interfiere cualquier rigidez y echa por tierra todo rigorismo; el impulso dinámico y el cromatismo son en este punto muy señalados, imprimiendo por su parte la percusión interesantes puntuaciones rítmicas. La sección final se desarrolla en general en un clima tonal que, más avanzado el movimiento, tornará a la atmósfera de desorden inicial, cerrándose de este modo una estructura circular que a la vez pondera, resitúa y recapitula la anterior oposición música-ruido.
Víctor Pablo Pérez dirige con inteligencia y buen pulso a la Orquesta Sinfónica de Tenerife, una formación que se demuestra muy bien capacitada para enfrentarse a este tipo de repertorios contemporáneos.