El deber de ser ambiciosos

Salutación al II Festival de Música Española de Cádiz, publicada en el suplemento especial "Cádiz y la música" del Diario de Cádiz. Cádiz, 15 de noviembre de 2004


Todavía bajo los efectos de la resaca del reciente estreno de mi cuarteto Las siete últimas palabras de Jesucristo en la Cruz, protagonizado por el Brodsky Quartet en la Santa Cueva de Cádiz el pasado 30 de octubre, y aún conmocionado por la belleza de una ciudad a la que apenas conocía más que de paso, y por la amabilidad de sus gentes, atiendo gustoso la petición del Diario de Cádiz de dedicar unas palabras al festival de Música Española que dará comienzo en unos días.
De entrada, mi opinión ante el proyecto no puede ser más que favorable. Llevo ya muchos años de profesión y estoy acostumbrado a manejar programas de festivales, una fórmula que dista mucho de haber terminado de desarrollarse. Mi música ha formado parte de muchos de ellos, y ahora, desde mi puesto de Director artístico de la Joven Orquesta Nacional de España, debo ocuparme de que ésta esté presente en los más significativos.
Por el conocimiento de causa que ambas experiencias me proporcionan, no creo equivocarme si afirmo que el planteamiento de este Festival es, dentro de lo limitado de su realización, uno de los más ambiciosos que conozco.
La conjunción de conciertos, actividades didácticas, cursos universitarios, exposiciones, talleres artísticos multidisciplinares, trabajos de investigación y recuperación del patrimonio musical, constituye, a mi modo de ver, una propuesta insólita en lo que concierne a este tipo de certámenes, porque frente a lo efímero de los festivales al uso, en el de Cádiz hay una deliberada voluntad de permanencia, de que la cita anual no se disipe como el humo con el acto de clausura.
La mezcla de lo culto y lo popular, así como de lo lúdico y lo erudito, proporcionan un entorno cultural en el que tienen cabida todos los públicos, con independencia de su edad, de su formación, así como un amplio ámbito profesional, que pretende abarcar por igual a creadores, intérpretes e investigadores.
Ambicioso, pero equilibrado con una lógica aplastante, Cádiz nos demuestra con este festival una riqueza de inventiva y una seriedad en su realización que cuantos trabajamos diariamente en y por la música española no podemos dejar de saludar con alborozo.
Enhorabuena, pues, a las instituciones que lo hacen posible, y no menor a todos los que gracias a ellas pueden disfrutarlo.